Pertenencia (la sensibilidad histórica)
¿Qué es lo que nos remece al caminar por piedras que otros,
tan antiguos, han pisado? ¿Qué extraña sensación de pertenencia humana nos aturde al andar por donde antes mataron cristianos, se gestaron decisiones que
cambiaron la historia o por donde han pasado caballos de hombres ausentes hace
tanto tiempo? ¿Los imaginamos acaso? ¿Somos capaces de sentir su olor?
Pertenecer es lo más cerca que podemos estar de la historia,
no hay forma o disciplina que nos haga más históricos que estar involucrados
con el alma de un pueblo. No es esta alma algo recóndito, no es algo
insondable. El alma del pueblo está presente en su territorio, en sus edificios, en sus callejones, en su iglesia, en su basura, en sus piedras, en sus hombres
buenos y en sus asesinos, en sus mujeres cálidas y en sus prostitutas. Porque
el alma de un pueblo no es algo puro y blanco, es amplia, diversa, intrincada, y cambiante.
Las calles de Cataluña están llenas de historia, uno siente
que sus piedras han visto al hombre orgulloso y enorme, y al canalla
subterráneo. No le es posible al caminante que viaja con el corazón abierto
caminar sin agotarse, agotarse de pertenecer, agotarse de historia, agotarse de
tanta alma codificada en rocas. Una vez abierta la puerta de la conciencia histórica, y más aún, de la sensibilidad
histórica, podemos descubrir cómo todo nos grita: ¡antes que tú, hubo otros!
Hoy llueve en Tarragona, las calles son como siempre estrechas, si te paras en
una y miras al cielo, entre las dos columnas de ventanas que se te abalanzan,
las gotas se vuelven nítidas. Primero pensé en lo romántico de la lluvia cuando
uno está de viaje, y sólo luego pensé en que por esas calles otros hombres
habían visto esta misma lluvia. Sí, una lluvia exactamente igual a ésta: en algún
enero antiguo llovía también en Tarragona. Cuando las raíces, el idioma, y las
ropas eran otros, la lluvia era todavía la misma.
Donde hoy estoy, antes otros estuvieron y cuando yo muera
otros estarán después de mí. Puede que Cataluña desaparezca algún día,
como todo lugar en el mundo puede desaparecer, pero el sol de Abril será el
mismo, las nubes tempranas serán las mismas. Aunque el
hombre caiga, la naturaleza permanecerá, y en ella el hombre encuentra su
continuidad. Yo soy hombre como otros lo fueron, y hoy escribo lo
que otros hombres escribieron, lo que otros hombres algún día pensaron: soy yo quién está lloviendo.
- Tarragona 27/01/2011