Acá también se mueve

A ratos escucho música para morir, es un pequeño trueque que hago con la existencia. Cuando escucho música para morir sé que nada me pasará hasta que llegue ESA parte de la música en la que la muerte corresponde. Me siento seguro en todos esos minutos, pero el destino se torna incierto cuando llega el momento, el momento en que digo: ahora es cuando muero.

Hoy estoy muy tenso. El terremoto fue el sábado pero sigo temblando adentro, estoy plagado de réplicas de origen desconocido, todo me toca. A veces pienso, si ésta ha sido la época en que tantos se han ido, por qué no puedo ser yo. Pues sí puedo ser yo, la muerte es fácil en estos días, la muerte avanza pasos inesperados en la carrera contra la vida y tomará tiempo equilibrar la balanza.

Así que hoy escucho mi música para morir y me siento seguro. Pago el precio de la incertidumbre, la caída de un poste, un auto que se sale del camino, la réplica que acabe con el mundo, justo cuando unos violines indican el final, o cuando la cuenta regresiva de la canción llega a 0. Si así fuera, si así muriera, ¡qué muerte más dolorosa!. Qué muerte más solitaria.

(como todas las muertes, me digo a mí mismo)

on 19:40 0 comentarios

Nada que celebrar

En democracia, la victoria política no hace a un hombre intachable. Me sorprende ver tanta fiesta, yo mismo casi voté Piñera y entiendo que hay cosas que puedan alegrar: la alternancia, las caras nuevas, dar la posibilidad a otra manera de hacer las cosas. Pero nadie debería olvidar que ninguno de los candidatos nos convencía, de que ni Piñera es tan derecha ni Frei tan izquierda, de que la Concertación está guateando y que la Coalición por el Cambio va a seguir metiendo las patas.

El panorama político es decepcionante en sí, no vemos hombres transparentes, ya nadie nos mueve el corazón, estamos rodeados de publicidad pero de muy poco liderazgo.

Hoy ganó una visión de país demasiado cercana a la visión de que el progreso humano es igual al progreso económico. La otra opción era una visión de país que hace vista gorda a sus propios errores, llena de tuercas oxidadas y demasiado entrampada en su propia tradición. Podemos elegir el mal menor, sí, y hasta ponernos un poco contentos de que gane el mal menor, pero no podemos estar completamente contentos. No podemos estar orgullosos de esta elección. No hay orgullo alguno en haber tenido que elegir entre dos candidatos mediocres, entre dos bandos mediocres. Hay consuelo, quizás, pero no euforia. No puede haberla.

Chile no debería estar contento, sino con ganas de reflexionar, deberíamos tener un Chile introspectivo en vez de un Chile embobado por el hechizo de la victoria y la fanfarria colorida del bando ganador. Hoy, 18 de enero del 2010, Chile no tiene nada que celebrar.

on 19:37 0 comentarios